Parque Cívico de la Ciudad de Buenos Aires, 1er premio.



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La propuesta de intervención del precinto se centra en la conformación espacial de un área central como gran Plaza Cívica, a partir de la cual se replantea como parte de la propuesta la conformación de tejido urbano como forma de construir trama que permita integrar el proyecto a la situación de borde existente.
La posibilidad de trabajar sobre un tejido posee la flexibilidad de admitir diferentes alternativas de desarrollo particular en función de la evolución de las distintas variables que lo afectan. A modo de ejemplo, una vez definido que las bandas edificables laterales (la comprendida entre el Boulevard Ramón Carrillo y la nueva continuidad de la traza de la calle Santiago del Estero y la que media entre el Boulevard Perdriel y las calles Santa Elena y Baigorri) corresponden a tejido nuevo, su resolución puede variar en función de los edificios que se preserven finalmente, de la escala más conveniente en función de los presupuestos disponibles o para el caso que se ejecuten emprendimientos públicos/privados, de la propia evolución del proyecto en el futuro, de la calidad de las especies vegetales, etc. Lo que no variará es que esas bandas corresponderán a tejido urbano.
El tejido es a su vez un instrumento idóneo para establecer conectividad. “El mallado interno presenta una cierta multidireccional para asimilarse mejor al perímetro inmediato”. Reemplaza la actual larga vuelta al muro de los hospitales favoreciendo “la integración del sector a la ciudad”.
También es la noción de tejido, si se plasma, la que permite alentar la mixtura de usos en el predio. El tejido pide mixtura antes que zoning y es el mejor soporte para combinar inversiones públicas/privadas.

La conformación de una espacio cívico singular, reconocible como tal, es un tema relevante dentro de la propuesta presentada. En este recinto central, situado en posición dominante en el punto más alto del predio, la geometría de ángulos rectos se acerca al cuadrado remitiendo a nuestras plazas barriales en medio del tejido.
Nos parece vital que así como la Plaza de Mayo es la Plaza Nacional, la Plaza Cívica de Buenos Aires encuentre su lugar en el corazón de los porteños y, por añadidura, en la consideración de los visitantes. Según el proyecto, el lugar incluye una serie interesante de atractivos para que, combinados, resulte único: alterna parque y plaza seca, tiene una fuente de agua de proporciones con un monumento en su interior, se articula con la Jefatura de Gobierno en el Amable Jones a través de una “Estoa” nueva con la bandera al frente resultando un subconjunto apropiado para la eventualidad ceremonial, podría recibir el beneficio de una pantalla gigante sobre su lado sur para convertirse en recinto de eventos de escala, y se encuadra entre grandes edificios públicos al oeste y públicos o privados hacia el este para tener garantida la presencia del trabajo en su primera inmediación.
La imaginamos multitudinaria y también cotidiana. Será receptora de la conflictividad pública pero también debe ser albergue para la cultura y la celebración. Está llamada a ser la Plaza Mayor porteña, nuestro Zócalo, una foto nueva y distintiva de la ciudad. Este espíritu nos ha llevado a establecer referencias y comparaciones con estos otros espacios relevantes que a través de la historia se han convertido en “lugares en el mundo”. Una característica común suele ser que se trata de recintos reconocibles en medio de un tejido que les aporta vitalidad.

Poder reconocer el parque como tal y no como espacio que media entre edificios es una premisa de base. El parque tiene dimensiones grandes y su perímetro es nítido. Sin embargo, su escala no es la del Rosedal ni la de los Bosques de Palermo. No es el Central Park, a lo sumo puede interpretarse como su versión reducida. Ello nos mueve a sobreponer a la alfombra verde la posibilidad de intensificar las experiencias de contacto natural. El verde existente es amplio pero no es tanto como para sostener por sí solo las expectativas de recreación de una población tan numerosa. Cuanto más estimulante resulte el parque, mayor será la presencia de gente en él, algo que a la vez lo hará más seguro.
Los jardines preexistentes aparecen ante el espectador con la magnificencia que dan sus árboles, centenarios algunos, sobrevivientes a edificios y habitantes. Los rastros de un paisaje intencionalmente organizado, más la presencia de sucesivos aportes de jardineros y pájaros, ofrecen al observador una paleta de singular belleza (una evolución inconstante con adaptaciones sucesivas). La influencia de estas impresiones, más el conocimiento de saber que desde fines del siglo XIX, estos jardines han sido recorridos por pacientes, familiares, médicos y asistentes, con sufrimientos y alegrías, permiten acercarnos a las ideas de preservar, despejar, completar, acompañar, exaltar…
El cruce de historias, vidas, ayudas, imposibilidades, encuentros y desencuentros, se materializa como homenaje en una red de 1000 senderos que sorteando las magníficas especies se convierte en el “jardín de los senderos que se bifurcan”. Los caminos sirven para recorrer, enlazar edificios, encontrar 50 estares ligados a los senderos como uvas en su racimo (pensados como microclimas siempre distintos identificables como lugares de descanso y juego), para distinguir colores, sentir perfumes, permitiendo al usuario ser observador activo de esta continua renovación de experiencias, completando la tríada paisaje-observador-vivencia.

Senderos y estares sea articulan de un modo que elude la geometría. El dibujo resultante extiende como una red una posición conceptual sobre la superficie del parque. La idea de red reemplaza la concepción de jerarquías en los recorridos y permite esparcir los visitantes más regularmente sobre el lugar.
El Parque Cívico pide arte. Entre las incorporaciones, imaginamos que algunas esculturas figurativas podrían contribuir al vínculo con personajes de nuestra historia ciudadana. Uno podría almorzar con Aníbal Troilo sentado al lado o cruzarse regularmente con un caminante Antonio Berni en escala real.
Uno de los aportes más interesantes de la contemporaneidad es la visión nocturna de los espacios públicos. Convenientemente dosificada, la electricidad es una atracción urbana increíble. La combinación de publicidad, recovas y frentes de los edificios iluminados, fuentes de aguas de colores, una pantalla gigante, copas de árboles iluminadas y juegos de luz diseminados en algunos puntos del parque, es un espectáculo único que sólo las ciudades vitales pueden ofrecer. En este sentido, un recinto reconocible es el mejor contenedor de experiencias.

Autores: Arq. Luis Bruno, Arq. Leonardo Lotopolsky, Arq. Marcelo Lorelli y Arq. Edgardo Minond
Equipo Asociado: Arq. Daniel Solessio, Arq. Brígida Squassi, Arq. Laura Aisiks y Arq. María Bruno
Equipo de proyecto: Arq. Yanina Zylberman, Luciano Schiaffino, Arq. Cecilia Cambeses y Matías Juliá
Colaboradores: Cristian Campodónico, José Dutto, Cora I. Garone, María L. González, Arq. Matías G. Juliá, Arq. Lola Martín, Daniel Nazareno, Camilo A. Peña, Julio E. Sánchez, Ignacio Savid, Arq. Enrique Zuleta y Dolores Arenaza
Asesores:
Arq. Hugo Montorfano, Economía Urbana
Arq. Martin Evans, Sustentabilidad
Arq. Estela Viarenghi, Paisajismo
Arq. Pablo Pizarro, Iluminación
Arq. Edaurdo Scagliotti, Preservación y Patrimonio
Arq. Adrián Lyfschitz, Agua - Riego
Arq. Silvia Puparelli, Transporte
Luis María Grau, Cómputo y Presupuesto

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